Tío Elías, fue realmente un hombre sencillo, cuanto le admiraba, era mi padrino, con el aprendí a ver la rama del negocio que todo descendiente de árabe o “turco” como nos llaman, lleva dentro, pero sobretodo aprendí a ver un comerciante honesto, trabajador, que anteponía los intereses de los otros a los suyos mismos, medico por vocación, pero comerciante por necesidad, cuando muere su padre, mi abuelo, el decide dedicarse al comercio de la familia, dejando inconclusa su pasión por la medicina, la que en su interior nunca dejo de ejercer.
Hizo de vender zapatos, una profesión digna, enseñándonos que los zapatos se compraban por cómodos no por bonitos, hoy entiendo el porque usaba esos zapatos marrones con hoyitos, que le mantenían los pies frescos y descansados, sin importarle las apariencias, vivió sin apego a lo material, Elías Arbaje Farah, definitivamente un hombre autentico, recuerdo sus palabras de aliento ante mi enfermedad, en las que me dijo, que todo lo iba a superar, que ya había pasado lo peor, que la naturaleza no era ver un hijo morir, que debía ser al contrario, el ya había experimentado esos dos amargos momentos, ver partir impotente por un cáncer a su padre y a uno de sus hijos, se que esto lo dejo marcado grandemente, al punto de saber que esa era una batalla que tendría que lidiar, con amarga experiencia.
Buen familiar, buen amigo, presente en las penas y la felicidad, siempre dispuesto a ayudar, sobre todo si no se lo agradecían, amigo querido del poderoso y del humilde, tengo en mi mente esos recuerdos de la niñez, en la que en navidad regalaba a sus clientes calendarios, y acomodaba el precio de los zapatos a los bolsillos de los clientes, especialmente a los mas necesitados.
Recorrió el país de palmo a palmo en su juventud de vendedor, y en cada pueblo que yo visitaba la gente me preguntaba por Tío Elías, siempre me hablaron bien de el. Había dejado sus huellas.
Y los cuentos de la farmacia que por un tiempo manejo, en la que el mismo cambiaba las recetas por otro medicamento menos costoso pero de igual efecto, o hasta llegaba a regalar las medicinas, más que comerciante era un hombre de un gran corazón.
Que pena siento por no haber podido compartir mas con el, que los afanes de la vida no me lo permitieran, pero llevare siempre el recuerdo de un hombre que fue excelente hijo, esposo, padre, hermano, tío, amigo.
Gracias Señor por acogerle en tu casa, porque se que ya cuento con otro ángel que me cuida.